30 jun 2013

La democracia global

Artículo publicado por Fèlix Pardo al semanario de comunicación Directa, *núm. 323, 26 de junio de 2013. 

Seria todo un despropósito pretender articular una alternativa al capitalismo centrándose en un solo país y haciendo abstracción del resto del mundo, cuando la *cojuntura por la cual transita el capitalismo actual, presente en la práctica totalidad de países, es la globalización neoliberal. Las últimas crisis financieras y económicas así lo constatan. Ciertamente, no hay ningún país que no se vea afectado en su economía por los sucesos y perturbaciones que acontecen en la economía de los otros países. Sin embargo, no comparto el optimismo político de unas cuántas personas de izquierdas a la hora de valorar la influencia de algunos movimientos e iniciativas como la *altermundialisme y el Foro Social Mundial, por un lado, y por otro lado, todas las transformaciones políticas, económicas y medioambientales que requieren la participación activa de los poderes públicos, como se el caso de la democracia participativa, la renta básica, los tratados de comercio internacional o los protocolos de producción sostenible y ecológica.

Me parece una ingenuidad creer que los actuales gobiernos, por muchas manifestaciones y encuentros internacionales de activistas sociales, por muchos estudios económicos y financieros del mundo académico que apoyen alternativas al modelo de la globalización neoliberal, cambien su agenda política y económica. De hecho, en los últimos años ha habido incluso un retroceso en muchos países en cuanto a la legitimación democrática de los gobernantes, a las políticas medioambientales y al mantenimiento del Estado de bienestar. Pensamos sólo en los países *intervenguts por el FMI y todas las coacciones al cumplimiento del pago de la deuda, que en la mayoría de los casos es una deuda odiosa e injusta.

Si los ciudadanos pensamos que nos hacen falta las instituciones del Estado para cambiar la sociedad, nunca haremos los cambios necesarios por las inercias y conveniencias de los partidos políticos tradicionales y los poderes públicos. Las sociedades democráticas –otra cosa son los experimentos políticos que han surgido de las revoluciones sociales o de dictaduras militares– cambian más por las pequeñas cosas que los ciudadanos hacen cotidianamente que no por las grandes decisiones políticas, que lo cambian todo porque todo siga cómo antes. En este sentido, considero que la perspectiva libertaria puede ayudar a superar aquellos supuestos arraigados en una ideología política que otorga a las organizaciones políticas y a las instituciones de la Sido un papel si no decisivo, como mínimo suplementario en el *procès de transformación social verso la emancipación económica de los trabajadores.

Pienso que la solución a los problemas de la globalización exige una acción radical de la gente de todo el mundo. Y esta acción no pasa, naturalmente, por acciones violentas, sino por la desobediencia civil y la insumisión, la negativa a colaborar y ser cómplice con el sistema capitalista y la creación de formas de vida social autónomas, autogestionadas y colectivas que permitan la emancipación económica de sus asociados. Imaginamos, por ejemplo, si mañana mismo la gente de izquierdas dejara de solicitar créditos, pagara al contado y priorizara el consumo responsable, ecológico y local a través de cooperativas de consumo y redes de intercambio de bienes y servicios. La experiencia de las Comunidades para Actividades Autónomas (*CEPAs) al Ecuador o de las Cooperativas Integrales y *Ecoxarxes en Cataluña son un buen ejemplo de estas acciones que tienen que permitir un cambio de modelo en el diseño desde *abaix del sistema social hoy dominante.