La mentira y la verdad están enfrentadas desde hace mucho tiempo pero fue el ministro de propaganda del Reich alemán, Joseph Goebbels, quien le supo sacar el mayor partido a la alquimia de convertir la mentira en verdad. Entre sus once principios está el de laorquestación: La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”. Otro de estos once principios se refiere a la vulgarización: Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar. Estos principios se siguen aplicando, por el poder económico, a raja tabla pero elevados a la enésima potencia al introducir el principio del silencio: Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines. Estamos atrapados y rodeados de medios de comunicación afines que insisten en mantener, ere que ere, que las vacas vuelan y que nos conviene arruinarnos como nación para salvar el culo de los banqueros y políticos transvestidos que nos han llevado al desastre.
Incluso cuando las vacas dejan de volar y se espachurran contra el suelo continúan con su falso argumento, otros medios con otros intereses les afrentan en artículos e editoriales. ElWall Street Journal mete el dedo en el ojo en la corrompida banca española que tacha de prepotente y la más politizada de Occidente. “Su ceguera, su incapacidad para abordar los problemas y su negación de realidad”, ha llevado el país hasta el abismo. El Financial Times va todavía más lejos y se pregunta y repregunta por la chaladura de los banqueros y el gobierno que una vez perdida toda credibilidad siguen mintiendo a sabiendas que ya no engañan a nadie, excepto a los españoles, gracias a su control aplastante de los medios. Pero, ¿qué ganan los bancos con la ruina de España, a la que tan irresponsablemente han contribuido, con los mercados cerrados y sin credibilidad alguna? Esperan un milagro, pero ellos mejor que nadie saben que no existen en su negocio. La banca española es, en estrecha colaboración con la clase política, la causa de la ruina de España. El Banco de España es el responsable de la supervisión de la banca y en negación de sus responsabilidades se ha convertido en el lobby de los bancos y banqueros. Si hubiera existido un mínimo control la crisis jamás hubiera llegado a este punto. La crisis es financiera, sin duda, está causada por el desorden de la banca que utilizó el inmobiliario para una expansión desorbitada. La crisis inmobiliaria, como estratégicamente se le atribuye, es el resultado de la celebre frase de Goebbels: “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”. Los comparsas han ido todos en la misma limusina. Las compañías auditoras, pagadas por el auditado, se hacen de oro mintiendo patológicamente para transformar la mentira en verdad. ¿Si todo iba cojonudamente como es posible que la mitad de los bancos estén arruinados? La Comisión Nacional del Mercado de Valores no tiene nada que decir? Veamos el teatrillo que han montado unos y otros para decorar el escenario.

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¿Quiénes han vivido por encima de nuestras posibilidades?
Los españoles no hemos vivido, sino que nos han endeudado por encima de nuestras posibilidades, que no es lo mismo. i Quienes sí han vivido por encima de nuestras posibilidades han sido los ricos por no pagar impuestos y los políticos por despilfarrarlos. Los primeros arruinando al estado por vía de los ingresos, y los segundos, de los gastos. Las grandes fortunas y empresarios de este país viven en un paraíso fiscal perpetuo. Pagar es cosa de pobres. Algo que no va con ellos. Vale más lo defraudado por el Sr. Botín en una sola ocasión, 200 millones de euros – descubierto gracias a una filtración del exterior, que no a una investigación patria -, que todo lo dejado de declarar por los parados que complementan su magra prestación con alguna chapuza para subsistir. iiAunque al primer banquero del reino borbónico le podían haber caído hasta 5 años de cárcel y una multa exorbitante, en razón a su pedigrí se le otorgó tratamiento vip preferente considerando su “olvido” al declarar como un error y no como un delito, por lo que se le aplicó un irrisorio tipo impositivo del 10%, con el que ha salido limpio de polvo y paja, y dando lecciones de ética como un campeón sin que, por supuesto, a nadie se le hay ocurrido exigirle que, aparte de regularizar su anómala situación tributaria, devuelva a España los 2.000 millones de euros evadidos ilegalmente a Suiza, seguramente para que no se nacionalice belga. iii
La iglesia, para no ser menos, también ha hecho voto de no pagar impuestos, pese a lo cual no se corta un pelo a la hora de reclamar ayudas públicas para sostener sus templos y remunerar a sus profesores de religión. Que una fe contante y sonante como la suya se merece todos los respetos. ivEs pues sobre los desgraciados ciudadanos de a pié sobre los que recae todo el peso del fisco, y tanto hemos avanzado en igualar las clases sociales, que España se ha convertido en el único país desarrollado donde los empleados ganan más que sus patronos: “en 2009 los asalariados declararon de media 19.359 euros anuales de renta, frente a 8.275 euros los empresarios”, v lo que hará que, no tardando mucho, sean los trabajadores los que contraten empresarios. Una hazaña que nos volverá a situar en el podio de los elegidos, como cuando teníamos la banca más sana e incorrupta del mundo que todos nos envidiaban y querían copiar.
No por casualidad los delitos de cuello blanco alcanzan entre nosotros un volumen cuarenta veces mayor que los robos ordinarios contra la propiedad, sin contar las sumas astronómicas destinadas a tapar agujeros bancarios. vi Sería un milagro más grande que el de los panes y los peces, que solo con la recaudación del IRPF de las nóminas, más la del IVA (impuesto al consumo que pagamos por igual ricos que pobres), pudiera cuadrar el presupuesto del estado. Con el cúmulo de mermas, exacciones y sangrías a que se ve sometido, el déficit público constituye nuestro destino fatal, inexorable. Tanto que a nadie debería extrañar sí, con la excusa de combatirlo, cualquier día sustituyen a los inspectores de hacienda por cobradores del frac. En cuanto a los políticos profesionales, hay que reconocer que la suya es una vocación bien recompensada. Se fijan el salario que les da la gana, pueden percibir varias retribuciones públicas a la vez, no fichan ni les pasa nada si faltan al trabajo, atienden simultáneamente sus negocios privados, disfrutan de más días de vacaciones que el resto de los trabajadores, acceden a la jubilación sin haber cotizado los años reglamentarios, viajan por el morro y en primera clase aunque sea para estudiar la cría del mejillón cebra en la cochinchina, abonan sus gastos con visa oficial, disponen de teléfono gratuito, vehículos de alta gama, personal a su servicio, etc., y todo ello sin control alguno, ni rendir cuentas a nadie. Ellos se los guisan y ellos se lo comen: se autorregulan con la misma pulcritud que el mercado. La lista de sus privilegios haría palidecer la de los reyes godos. Y todo cortesía del contribuyente.
La administración española con sus múltiples empresas, entes, organismos y corporaciones, nacionales, autonómicas, provinciales, comarcales y locales, tampoco les va a la zaga en cuanto a dispendios se refiere: un parlamento no, diecisiete; un gobierno no, diecisiete; un instituto de meteorología no, diecisiete: todo multiplicado por esa cifra mágica, que aquí nos gustan las cosas a lo grande. Hay que comprender que nuestros pobres políticos no solo tienen que colocarse a sí mismos, sino que también han de situar, en calidad de asesores, contratados a dedo o cargos de confianza de toda la vida, a toda una retahíla de parientes, deudos, allegados, socios, amigos y cofrades que aguardan con el carné en la boca una oportunidad.
El vivo al chollo y el ciudadano al hoyo.
La corrupción va incluida en el sueldo. Tenemos más corruptelas por metro cuadrado que parados. También somos el país con más kilómetros, proporcionalmente, de alta velocidad del planeta, y el que cuenta asimismo con más aeropuertos fantasma, museos cerrados, macroestaciones, expos, palacios de congresos y del deporte, ciudades de la cultura, del circo y de las artes infrautilizadas, cajas mágicas (por la cantidad de dinero que se desvanece en ellas), cúpulas del milenio (por el tiempo que costará pagarlos) y edificios emblemáticos sin utilidad alguna. Obras que permiten a nuestros políticos no dejar de efectuar inauguraciones durante su mandato y demostrar a los ciudadanos que hacen algo más por ellos que fastidiarlos. En la cima del firmamento político, brilla con luz propia el monarca, su líder, y con él, su extensa corte de parásitos: mujer, hijos, nietos, primos, sobrinos y demás familia, que viven a cuerpo de rey, nunca mejor dicho, sin dar ni golpe, ni otra ocupación que aparecer periódicamente en la prensa del corazón. Y desde su olimpo particular donde no les falta de nada, pretenden convencernos que no son ellos, sino nosotros los que vivimos por encima de nuestras posibilidades, y que tener pensión, sanidad, educación, ingresos y servicios públicos dignos, constituye un vicio que no podemos permitirnos, porque no hay dinero suficiente para sostenerlo.
Para el fútbol sí, que da muchas alegrías. Y para salvar a los bancos privados causantes de nuestra ruina, lo que haga falta, que todo sacrificio es poco. Lo único no rentable es la gente. Su camino a la prosperidad se halla tan jalonado de recortes que se confunde con el del abismo. Tanto, que muy pocos pisarán la tierra prometida. La crisis se ha convertido en la excusa perfecta para liquidar y malvender el patrimonio de todos. Privatizar, significa privar. Proporcionar lo mismo que antes, pero a precio más caro. Y el que pueda que lo pague, y el que no que reviente. Donde había un estado de bienestar, dejaremos uno de beneficencia. Que a caridad y buena voluntad no nos gana nadie. Pero caprichitos los justos. Si no podemos ir al médico, rezaremos, que todavía es gratis, y por lo menos salvaremos el alma, ya que no el cuerpo ni la cartera.
El último lujo que nos quedaba, el empleo, también nos lo han arrebatado. Cierto que cuando una empresa te desahucia y te echa a la calle, duele tanto como cuando un banco te quita la vivienda, pero son circunstancias de la vida, gajes del oficio, que los ciudadanos debemos encarar con mentalidad positiva. Al fin y al cabo, sin casa se tiene más flexibilidad, y sin bajas médicas más salud. Fuera convenios, que la precariedad es fuente de progreso. El secreto para que a los asalariados se nos rifen, no es otro que bajarnos el sueldo y los humos, y convertirnos en mercancías desechables. vii En una economía de mercado como dios manda, el despido no puede ser más caro que la langosta. Despedir para crear empleo, se ha revelado como una fórmula insuperable, barata a más no poder, y sobre todo eficacísima. Su éxito no se ha hecho esperar: ere que ere, estamos a punto de alcanzar el pleno desempleo. viii .El futuro se llama miseria. El único a medida de nuestras posibilidades, si no nos excedemos, claro.